Se presentó Libro del Dr. Juan Antonio Durán en la UFRO

Píldoras de Historia Médica

Con un auditorio colmado de amigos, familiares y colegas universitarios, se realizó la presentación del libro “Píldoras de Historia Médica”, del destacado y reconocido médico de la IX Región, Dr. Juan Antonio Durán.
El texto del Dr. Durán es el segundo lanzamiento de este segundo semestre del año 2006 de un libro de académicos de la Facultad de Medicina en el marco de las Ediciones Universidad de La Frontera.
La presentación del libro Píldoras de Historia Médica la realizó el Senador de la República y Presidente de la Comisión de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología del Senado, Dr. Mariano Ruiz-Esquide, quien señaló en su discurso, “lo que hace el Dr. Durán es extensión cultural como parte del Alma Mater de una Universidad como la que nos acoge. Es la culminación de la docencia e investigación, es un aporte a la identidad nacional y regional y un aporte a su desarrollo”.
El Senador Ruiz-Esquide, amigo del Dr. Durán, desde la época de estudiantes de Medicina, agregó, “este libro es una gran recopilación de hechos médicos que nos muestra un aspecto fascinante de la humanidad, escrito con gran visión de las relaciones entre enfermedad y cambios de países, ciudades e imperios”.
Juan Antonio Durán Armijo nació en Santiago en 1930, es médico de la Universidad de Chile y especialista en medicina interna de la misma universidad. Se desempeñó en diversos cargos en Punta Arenas y en Temuco. Participó en la creación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile sede Temuco, y fue su primer director. Miembro de la I Junta Directiva de la UFRO, es profesor honorario de Medicina de la Universidad de La Frontera. Actualmente trabaja privadamente y efectúa diversas labores societarias y culturales.
El Dr. Durán agradeció a los presentes, “a los buenos amigos, a los pacientes, al senador Ruiz-Esquide, todos ellos realzan la importancia de este evento ante nuestros pares universitarios”. 
El recopila un largo trabajo del Dr. Durán en el área de la historia médica, “espero que estas páginas sean para los lectores no solamente interesantes, sino que aún más, que sean un acicate para asomarse al vasto y apasionante panorama cultural de la historia de la medicina”, finalizó Durán.

  
Discurso Senador Ruíz Esquide

Señoras y Señores:
Sean mis primeras palabras para agradecer al autor su extremada gentileza de invitarme a la presentación de su libro. La entiendo como expresión de una vieja y larga amistad forjada en una carrera profesional común desde nuestro hospital El Salvador de Santiago, hasta las reuniones que cada cierto tiempo hacemos en nuevos aniversarios de un curso egresado hace ya más de diez lustros. Como es natural en esas ocasiones se renuevan las amistades, se habla de ausentes y se goza en común de los éxitos de cada uno de una promoción, que ha sido en general, capaz de cumplir con el juramento hipocrático. Estar hoy aquí es renovar en vivo y entre ustedes la frase clave de Ortega: somos nuestro yo y nuestra circunstancia. Somos nuestro esfuerzo y la capacidad de crear la ............... Somos todos y cada uno parte de un filón de nuestra historia común de Chile, somos la amistad y cariño de quienes nos rodean, con los defectos que nos perdonan y las virtudes que nos enseñaron los padres y maestros. Somos en definitiva, caminantes de un mundo que camina donde, como en el viejo tango, no son nada.
Así es para nosotros Juan Antonio, como para ustedes el Dr. Durán. En la Próxima reunión, en la vieja tertulia ocasional, en el encuentro fugaz y en amistad sincera de médicos templados en el éxito o el fracaso, en la alegría juvenil renovada en las fotos ya cepias, se sabrá de esta reunión y esa cualidad de nuestro amigo y de como se adentró en su comunidad más allá de su erudición en la historia de la medicina y una pluma fácil, entretenida y bien escrita.
Por eso hemos venido todos esta tarde. En lo personal para cumplir con esta petición que me honra y para dar un testimonio de amistad. Tarea no fácil después de leer su libro, que como he dicho, surge fácil es su presentación, en los casos descritos, antecedentes recogidos, ejemplos e historias de fondo también anecdóticas, como aseveraciones profundas y con datos inéditos que renuevan la visión más antropológica de la medicina, hoy tristemente olvidada por muchos entre tanto tubo, examen de laboratorio, súper especialización, formulario, bono, Fonasa e Isapres de la vida moderna.
Para mi fue también un hallazgo después de tantos años de dejar la medicina por la legislatura. Más que un hallazgo por el largo tiempo ausente de sus nombres y hechos. Fue un exquisito recorderis de los estudios Testut-latarjet incluido.
¿cómo no sonreír al leer sobre el Anfioxus Lenceolatus, viejo conocido desde la Embriología o la tradicional Drosófila Melangostar que un gran amigo - y luego Decano brillante – hoy desaparecido – le cambiará el nombre por la “Drosofaila Melaganaste” en un examen con notable uno y un regreso en marzo. Todo lo que Durán escribe en su libro era la esencia de un estudio tan distinto de la enseñanza médica de hoy. Lo describe en las patologías que nos obligaba estar – no sólo cerca de los teatros – sino también del enfermo. La clínica era el núcleo central de nuestro aprendizaje. De su libro surge una época de grandes clínicos y con él también nos correspondió uno excepcional, que como todos los grandes clínicos, era de una gran y fantástica capacidad diagnóstica, semiológica y terapéutica pero también de una inmensa autoafirmación personal por decirlo eufemísticamente. Era una época convulsa por la creación del Servicio Nacional de Salud, las luchas universitarias, los resabios políticos de un cambio sociopolítico aún no valorado en ese momento que implicaba el cambio que ya incluía la medicina y la salud.
Excúsenme una pequeña reflexión personalísima, que tal vez Juan comparta: Mientras discutíamos la Reforma de la Salud en el Senado y con duro enfrentamiento sobre la vigencia y rol de la Salud Pública o el rol de calidad de los establecimientos hospitalarios versus la calidad y aumento de la medicina curativa privada, me hice una pregunta silente: ¿qué diría hoy Hernán Alessandri, hombre políticamente conservador, sobre el modelo en discusión o la enseñanza de la medicina con esa, también dureza para con la ignorancia o la desatención con el enfermo? Sus frases que aún nos retumban eran sin ambages: “La única manera de hacer una buena medicina en el Hospital”.
“La dolencia es la excelencia de la asistencia”.
“Los jóvenes deberían estar varios años a tiempo completo en el hospital”
“Los médicos generales de zona (que se iniciaron con nuestros cursos) es lo único bueno que ha hecho el gobierno” del que era acérrimo adversario por dirigirlo el Presidente Ibáñez.
Debo recordar que otro gran amigo nuestro, Alejandro Goic, inició esa fórmula en Temuco y hoy es decano, Premio Nacional y referente obligado en la Educación Médica.
La pregunta que sugiere mi reflexión es aquella que no tiene respuesta porque son tiempos y mundos distintos ¿cuál medicina es mejor, cuál es la mejor enseñanza? ¿Quienes pueden enseñar y quines no deben hacerlo?
No es el momento para argumentar sobre un tema que ha sido el centro del debate público y parlamentario pero que creo basado en algunos paradigmas.
Calidad de la medicina más allá de cual fuere el modelo aprobado democráticamente.
Cumplimiento y control de la ética médica y su resguardo por el colegio.
Calidad de la enseñanza médica acreditada para garantizar la fe pública que requiere el mundo universitario.
La medicina es un arte y una ciencia y no solo un lucro.
Pero al leer el libro y al mencionar mi concepto de Universidad no puedo dejar de relacionar ambos puntos, lo que hace Juan como universitario es Extensión Cultural como parte del Alma Mater de una Universidad como la que nos acoge. Es la culminación de la Docencia, Investigación, al esencial: un aporte a la identidad nacional y regional y un aporte a su desarrollo. Sin ello no hay universidad. Sin ello - mutatis mutatis – tampoco hay Facultad o Escuela de Medicina: La Ley de Acreditación que hemos aprobado, nos abre la esperanza de una excelencia asegurada.
No puedo dejar de mencionar en esta intervención el trasfondo o contexto territorial en que comentamos este libro.
Chile, como todos los países emancipados de la España Borbónica padeció durante la colonia un gran centralismo en capacidad de resolución, casi absolutamente radicado en Santiago, que acumula el poder financiero y cultural. Durante el Chile independiente esto se mantiene acrecentándose en algunos aspectos específicos como el político cultural.
El primer esbozo de cambio es el proyecto fallido de la Comuna Autónoma de Irarrázabal del siglo antepasado y luego se inicia un esfuerzo por descentralizar en la década del sesenta.
Hoy, después de avances y retrocesos, hay una descentralización administrativa con crecientes modificaciones pero persiste una notable deferencia en ese traspaso de poder territorial.
En mi personal opinión es aún suficiente y su esquema general debe ser re-estudiado. Pero no podemos negar que la diferencia la hace la voluntad política de la región, el esfuerzo común la presencia de hombres y mujeres que impulsan su identidad, el sentido de pertenencia, el amor a la tierra más allá de su sol productivo y la trama gregaria que se genera entre sus estamentos comunitarios sociales.
En este contexto Cautín es ejemplo de una trayectoria triunfal Contiene esos elementos que justifican la regionalización como proyecto de país. No desconozco los problemas que afligen a la Región. Conozco las estadísticas, las carencias, las cifras de desempleo, analfabetismo, etc. Pero permítame darles una opinión como político viejo y viejo vecino desde Bío Bío: ustedes son jóvenes en nuestra historia y su avance hace tiempo que es envidia de otros lugares por el cambio desde la creación de Temuco y sus ciudades. Para que esto suceda deben existir personas, profesionales, autoridades, dirigentes societarios y patriarcas como Juan. Así se construyen los países, las regiones, las instituciones como la Universidad de la Frontera cuyo aporte a la educación Superior y el desarrollo cultural y profesional todos reconocemos con afecto y gratitud.
Nuestro cargo de Presidente de la Comisión de Educación del Senado nos permite señalarlo con conocimiento, sinceridad y sin demagogia.
Termino estas palabras con una referencia más explícita al libro en comento. Reconozco mi debilidad por la historia: “Las píldoras de Historia en Medicina” en una gran recopilación de hechos médicos que nos mesta aspecto fascinantes de la humanidad, escrito con gran visión de las relaciones entre enfermedades y cambios de países, ciudades e imperios. Hechos tan entrelazados que sería necesario un segundo tomo para seguir gozando con la pluma del Dr. Duran y recoger su erudición del último siglo y su percepción sobre el futuro fascinante de la genética con la luz de sus avances y los riesgos del clásico “médico loco”. Ya está entre nosotros ese debate y sigo pensando que Aristóteles tiene razón cuando señala que “un abuso no impide el uso”, en este caso frente a ese futuro abierto que menciono y los temores que desata. Tal vez sería un nuevo libro entretenido, bien escrito, con datos tan inéditos como el que hoy lanzamos. Hombres pájaros, transplantes de cerebro, clonación humana – que rechazo – una vida casi sin enfermedades.
Pero también el uso malsano posible para destruir, generar esclavos para un poder diabólico y absoluto. El libro de Juan es una mirada al pasado que en su momento fue futuro. Quién - y ciertamente con la misma maestría- podría empezar a escribir en el próximo invierno la medicina del futuro que también será pasado para deleite de sus lectores y vanidad de sus amigos.
La ligazón del Dr. Durán, polifacéticos universitario, médico, creador, amigo con su Región y su Universidad la siento como propia porque veo reflejada mi propia vida ligada a la Universidad de Concepción.
En el caso de Juan es aún más fuerte ya que es partícipe de su creación a la que añade también otras universidades verdaderas de las regiones (en la definición de Alfonso el Sabio: “la alianza intelectual de profesores, alumnos – y ahora también otros estamentos - en busca de la verdad en desarrollo libre del espíritu”, sin amarras, influencias ni presiones). Con autonomía de Cátedra inmensa en su Alma Mater
Permítanme sobre este sueño personal fruto de una dura experiencia. Siendo alumno de la Cátedra del Profesor Alessandri y en aula del Hospital Salvador llegué a la primera reunión clínica donde estaba Juan Antonio Durán con muchos otros compañeros – entre otros Westermayer contertuliano de ustedes por muchos años, hoy liberado de sus dolores. Era una reunión solemne, agobiadora por el ambiente por preguntas ridículos públicos, antesala del miedo para quienes éramos ajenos y conscientes de estar en el mejor hospital de Chile. Yo iba de Concepción de 4º 5º año. Juan era ya alumno antiguo. Como todo primerizo me senté lo más arriba posible, disimulado entre otros alumnos. Recordé en ese momento al pobre Martín Rivas. Hasta busqué entre las compañeras mi soñada Leonor, sin encontrarla. Todos cotilleaban con los más amigos, entre los otros y con tiernas sonrisas cómplices, el hoy serio Dr. Durán.
No supe como, ni cuando, ni desde, me encontré con la voz solemne y de 50 años de historia del “Prof” como le decíamos.
“Dicen que hay alumnos nuevos este año” A ver don Mariano Ruiz (en ese sólo instante ya tenía una fribilación que la supuse mortal porque éramos nadie, “dicen” y además me había disminuido mi apellido a un Ruiz chiquito”. “Dígame joven la relación entre las nefropatías crónicas y el potasio versus el resto de los electrolitos”. Yo no había oído hablar de los electrolitos en Concepción ya que ese estudio era de ese mismo verano: Le respondí que no sabía. Me preguntó ¿sabes algo de los electrólitos? Le dije que no y me estampó una frase lapidaria ¿de dónde viene usted? De Concepción y me dijo algo peor. “Ah, que más le voy a pedir viniendo de allá”. Me juré que algún día sería distinto y no debería haber más Martín Rivas en Medicina: Ahora que ya legislamos para asegurar que todas las Escuelas de Medicina fueran acreditadas recordaba ese episodio. No sé si aquel día respondió Juan con Brillantez, como era su costumbre, pero sí se lo hoy ha hecho por Temuco más de lo que estamos intentando en las leyes y para dar testimonio está su libro y su trayectoria.
Podría decir que si don Hernán estuviese hoy aquí no pillaría a los alumnos de La Frontera en tal ignorancia, y eso es el mejor elogio que puedo hacer mi viejo amigo y compañero.
 
HE DICHO
 
 

 

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